65K Madrid-Cercedilla 21/09/2024

Tiempo: 7:01:44

Tenía ganas de probarme en una distancia mayor de los 42 kilómetros de la Maratón y esta carrera cuadraba en todo: fecha, que fuera un sábado, distancia, salida de Madrid y cercanía para la vuelta, …

Aunque la había mirado otros años, la había descartado porque la carrera completa eran 100 kilómetros y lo había dejado en la imposibilidad de hacer esa distancia con un gran puerto en el 80. Pero este año asimilé hacer parte del recorrido y fue gran elección.

La carrera tiene tres posibilidades: 100 kilómetros, que es Madrid a Segovia, 64 kilómetros hasta Cercedilla o 44 hasta Manzanares del Real. Unos 900 inscritos para las tres distancias.

La gran sorpresa fue cuando me di cuenta que la carrera empezaba a las 5 de la madrugada. Casi me planteo desapuntarme a la prueba. Contaba con que saldríamos temprano y con frontal, pero no tanto y con ese madrugón. Encima, unos días antes llueve y dan lluvia durante la carrera. Vamos, que la previa lo tenía todo para quedarse dormido en la cama y poner la excusa que no me había despertado.

Pero fue que no. Me acosté sobre las 9 de la noche. Puse despertador a las 3:45 y a las 4:15 ya estaba montado en el Uber camino de Plaza de Castilla.

Dejo la mochila en el guardarropa que va a Cercedilla y me queda casi media hora para dar vueltas por la zona. Me entran los nervios, la dejo rápido y me quedo las barritas energéticas en el bolsillo. Que prisas tendría por dejar la mochila si tengo tanto tiempo para estar sin hacer nada. ¡Malditos nervios!

Deseando que llegue la hora, me como un plátano ,evacuo algo de líquido y me dirijo hacia la salida.

Me doy cuneta que Wikiloc no sigue la ruta, y en modo rápido, me doy de alta como Premium en un periodo de pruebas de 14 días. Menos mal que a última hora tengo el referente del plano y salgo más tranquilo.

Casi sin darme cuenta, comienza la cuenta atrás y me coloco casi al final.

Salimos a las 5 en punto, paralelos al Paseo de la Castellana dirección a Fuencarral. Camino conocido de mis tiradas largas.

Antes de llegar al lugar que se coloca la salida y meta de la Media Maratón de Fuencarral, torcemos a la izquierda y cruzamos todo el barrio dirigiéndonos hasta Montecarmelo, que también lo cruzamos. Aquí comienza a chispear y no da buenas sensaciones, aparte de mucha humedad.

Tras cruzar la M40 por un paso elevado, entramos en una pista de tierra que va entre chalets y campos.

Sobre el kilómetro 10 ya me empieza a molestar el dedo gordo del pie izquierdo porque me va chocando con la puntera de la zapatilla. Me va dando delante. No tiene pinta que vaya a ser muy cómoda la carrera. Tengo que aguantar a ver cómo responde el dedo.

De momento el camino está controlado porque vamos corredores unidos casi en fila y con el camino delimitado. Cruzamos parte de tierras camino de la Universidad Pontificia que dejamos a la derecha, dirigiéndonos a Tres Cantos.

A partir de ahora, la carrera se convierte en una incertidumbre y comienza a ser caótica. Es de noche, no hay nada señalizado, ni una mísera baliza o plástico indicando el camino. Vamos en grupo de dos o tres personas que alguno lleva reloj con el track o, en mi caso, que llevo el móvil en la mano para que me indique el camino.

Algunos corredores se equivocan, los llama algún otro corredor y tiene que volver tras sus pasos para coger el camino correcto. Otra veces, el alguna bifurcación, cogemos un camino paralelo al de la ruta con la esperanza que se vuelvan a encontrar más adelante. Todo esto en mitad de caminos que no se ve ciudades o atisbos de tener una referencia para guiarse. Pasamos también por varios ríos pequeños que pisamos sobre laterales de paso de piedras para no mojarnos los pies.

Al final llegamos al carril bici, que está recién asfaltado y por lo tanto durísimo, pero se agradece el saber que solo hay que seguirlo sin tener que estar pendiente de un dispositivo digital. Voy con otros dos corredores que nos hacemos juntos más de 10 kilómetros, además, cada uno va a una distancia de la carrera.

Llegamos a Colmenar Viejo en el kilómetro 26. Entramos en el pueblo para segundo avituallamiento, aún de noche, recargamos pilas y seguimos adelante. Cruzamos el pueblo entero, con un montón de cuestas arriba, corriendo entre aceras, carretera o por donde podemos. En esta parte si hay voluntarios que nos guían en los cruces. ¡Menos mal!

Ahora toca buscar un puente romano, en el kilómetro 30, y donde se hizo un cambio de recorrido por unas obras. Nos indica un voluntario por donde ir y damos una pequeña vuelta de unos 300 metros de más. Vaya caos.

Ya pasado este kilómetro, empiezo a andar y caminar. Las piernas se me van agarrotando por la humedad del principio y por la fuerza que voy haciendo para no chocar el dedo gordo con la punta de la zapatilla. Voy haciendo un esfuerzo extra, aunque el andar me ayuda a recuperar. Se nota muchísimo.

Cuando empieza a amanecer parece que se carga el cuerpo de ánimo. El poder ver alrededor hace que se capte el entorno y, al menos, puedas ir tomando consciencia de dónde estas. Poder ver el paisaje anima bastante, aunque hay muchas nubes bajas que no dejan ver las montañas.

Estos diez kilómetros restantes los hago a duras penas, ya que el dedo me molesta bastante y aunque subo andando la mayoría de las cuestas, sigo sin poder dejarme caer en las bajadas, por lo que tengo que frenar el cuerpo y hacer más fuerzas con los cuádriceps.

Paso por el embalse de Manzanares el Real. Es un puente con unas vista preciosas.

Entrando en el pueblo, donde se encuentra la primera meta, tengo que pararme a estirar. Me acerco a un banco e intento apretarme los cordones de la zapatilla para que no roce el dedo con la punta de la zapatilla y se me sube el isquiotibial izquierdo. Se me forma una bola como un puño con un dolor impresionante. Estiro tan rápido como puedo la pierna para ver si se baja. Se me baja la bola e intento andar para descansar la pierna.

A los pocos metros comienzo a correr para llegar pronto a la meta, donde tengo pensado para una buen rato y preguntar si hay transporte público directo hasta Cercedilla. Como lo haya, me voy a plantear muy seriamente retirarme e ir a por la mochila. Sobre todo por el dedo.

En el avituallamiento paro entre cinco o diez minutos. Hablo con uno que estuve corriendo 10 kilómetros y me dice que llegó el octavo. Más o menos como yo. Como y bebo bastante. Pregunto por transporte pero me dicen que no hay directo a Cercedilla. Me cambio de camiseta ya que la tengo empapada, y como llevo otra igual, así gano en comodidad y me quito un peso de la mochila.

Tampoco le tengo que dar muchas más vueltas. Creo que podré acabar la carrera corriendo y andando. He llegado hasta el kilómetro 44, podré llegar hasta el 65. Es una Media Maratón más. Es cuestión de tiempo y de paciencia. Igual tardo lo mismo en transporte y de esta forma, acabaré mi reto.

¡Vamos adelante a por los 65 kilómetros!

Salgo de Manzanares y empiezo a trotar solo por un camino al lado de la carretera que se dirige a El Boalo. Me tropiezo con el pie izquierdo, me hace mucho daño la uña y encima me da un tirón en el isquiotibial izquierdo. Un dos por uno nada más empezar esta última etapa.

Al poco, cojo un camino a la derecha campo a través. Empieza la subida y el camino es pequeño entre mucha vegetación. Subo hasta Mataelpino, se bordea el pueblo camino de Navacerrada. Esta parte me suena de alguna otra carrera de montaña que he pasado por aquí. A falta de menos de 20, 15, 10 kilómetros, se va viendo que es muy factible llegar.

Sigo combinando carrera y andar cada vez que se presenta alguna cuesta arriba. Se hacen muchos zig zags para salvar la subida y el camino de montaña.

Desde lo que parece la parte más alta de la carrera, se bordea Navacerrada con vistas impresionantes de la sierra de Madrid y del embalse de Navacerrada. Ahora solamente queda bajar, que por una parte no hay que hacer tanto esfuerzo, pero por otra voy con mucho temor de dejarme más el dedo por el camino. Menos mal que no hay ninguna bajada muy pronunciada.

La entrada a Cercedilla la conozco. Está llena de público animando. Nos llevan en volandas a los corredores.

Tras hacer alrededor de un kilómetro, está la meta, misma que la primera carrera de montaña que corrí y me trae muchos buenos recuerdos aparte de la gran alegría de ver que voy a terminar la carrera.

Casi no me lo creo. Siete horas corriendo. 65 kilómetros corridos. Un sufrimiento bastante grande pero controlado (menos el dedo del pie). Una experiencia muy buena. Todo esto se me junta en la cabeza en cinco segundos hasta que hay un animador con un micrófono que me pregunta por la carrera. Poco más le digo que estaba deseando llegar para comer paella.

Creo que no soy consciente de la carrera que he hecho.

De aquí al vestuarios del polideportivo a por la mochila, a cambiarme de ropa y ver si perderé el dedo o no. Miedo me da quitarme el calcetín y veo que tiene mejor pinta de lo que esperaba. Al menos no hay sangre. Voy a por paella, a comer todo lo que puedo de fruta y a por un masaje para aliviar las piernas, que me sienta fenomenal ya que me duele todo.

Recojo otro plato de paella y me dirijo a la estación de tren para llegar a casa lo antes posible.

Ahora toca pensar en lo que he hecho, asimilarlo y descansar lo máximo posible de este esfuerzo.

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