Maratón de Madrid
26/04/2015

Tiempo: 3:17:24

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Somos 15.000 personas los que participamos en una esta 38 edición de la Maratón de Madrid. El día se presenta nublado y con indicios de llover, ya que lleva todo el fin de semana haciéndolo y las previsiones son de lluvia todo el día.

Todo un reto que se presenta por primera vez: intentar correr la Maratón y, por supuesto, el reto está en terminarla carrera, los 42.195 metros que separan la salida de la meta.

Me veo capaz de terminarla, pero me da mucho respeto. Es un gran esfuerzo y todavía no sé qué ritmo llevar. La intención es ir a unos 13km/h como máximo, para no caer en un ritmo muy lento que me cargue las articulaciones y músculos. Tengo que ver cómo va reaccionando el cuerpo, sobre todo después de la mitad de la carrera, ya que he estado haciendo tiradas largas de 32 kilómetros estas últimas semanas, para ver las posibilidades.

El día viernes tarde me acerco a la feria del corredor para recoger el dorsal y la bolsa, para prevenir una aglomeración de gente el sábado e internar evitarla, pero la gran cola que hay para entrar en los pabellones es inmensa. Da una vuelta al edificio de al lado entera. 45′ esperando en la cola antes de entrar en el pabellón. Una vez dentro, voy directamente a por el dorsal, el 2017. Luego a intentar cambiar el cajón de salida, ya que me comentaron que acreditando tiempo en una Media Maratón, me podrían adelantar algún cajón. Cuando solicito el cambio, me ponen en el dorsal una pegatina rosa que indica «ELITE». ¿Qué querrá decir? La verdad es que con los nervios ni lo pregunto. Recojo la bolsa del corredor y doy una vuelta por la feria, viendo equipaciones, futuras carreras, recogiendo información… disfrutando del ambiente deportivo.

El domingo me despierto temprano. Aunque duermo bien y descanso, los nervios hacen mella y me despierto antes que suene el despertador. Hago un desayuno normal de taza de leche con unas tostadas de pan, un plátano y comienzo a vestirme. El día se ha levantado nublado según pronosticaron los meteorólogos, incluso ha llovido durante la noche, por lo que las nubes me acompañaran a lo largo de la carrera. Espero que no diluvie…

Salgo de casa de corto con el impermeable de usar y tirar puesto camino del metro de Quevedo. Ya en la calle Fuencarral hay algún corredor con la misma ruta que yo. En el metro se empieza a crear ambiente y, según me acerco a la parada de Banco de España, va habiendo más corredores. La salida del metro es casi imposible de la cantidad de personas que vamos a correr. Decido tomar dirección opuesta a donde sale todo el mundo, y, aunque más alejado, consigo salir directamente.

Lo primero que veo es el cielo, que cada vez está más nublado. Luego empiezo a ver ríos de personas calentando por la calle de Alcalá. Cibeles está cortada ya que aún están saliendo los participantes en los 10.000 metros. Una vez termina la salida, me dirijo a los cajones por la parte trasera de la carrera. No voy muy desahogado de tiempo, por lo que troto para calentar y situarme en mi cajón lo antes posible. Para ello debo rodear todos los cajones desde la Plaza de Cibeles hasta la cola de la salida.

Recorro todos los cajones un par de veces y no veo el mío. El primero, en el que indica «ELITE» están calentando los futuros podios de la carrera, un grupo muy reducido de corredores y hay varias cámaras de televisión grabando. Aquí no puede ser, me digo. Sigo dando vueltas hasta que anuncian que quedan 5 minutos para la carrera y me pongo nervioso, ya que incluso he intentado entrar en el cajón 1 y me han dicho que pregunte más adelante, sin dejarme pasar. Acelero y me dirijo decidido al de ELITE. Tras pedirme que me levante el impermeable, me dan una palmada en el hombro para que entre rápido ya que queda poco para la carrera. Entro alucinado. Veo a todos los keniatas, etíopes, Chema Martínez, … Así que saco el teléfono y tiro algunas fotos (pena de no haberlo grabado en vídeo).

La carrera va a empezar y me coloco justo debajo del arco de salida (¡¡¡increíble!!!). Miro para atrás y el resto de corredores están separados por una valla. Me encuentro entre la élite maratoniana, todo un privilegio. Mirando a tanto profesional, se me han pasado los nervios y la tensión. De momento me encuentro en una nube hasta que dan el pistoletazo de salida.

Ahora es el momento de serenarse, poner los pies en la tierra y centrarse en los 42 kilómetros que me quedan por recorrer. Hay que coger un buen ritmo desde el principio sin dejarse llevar por las emociones, teniendo en cuenta que he salido entre los 20 primeros y me van a adelantar mucha gente durante los primeros kilómetros. No me ha dado tiempo a pensar qué ritmo llevo en la carrera, así que decido probar con los 13km/h a ver si el cuerpo responde correctamente.

Como la salida y la mitad del circuito es compartido con la Media Maratón, el ritmo que llevan sus participantes es mucho más rápido, por lo que, hay una avalancha de maratonianos que tienen mejor marca, y medio maratonianos, que no paran de adelantarme. En todo momento permanezco frío ante ello y sigo con el ritmo planteado. La subida por la Castellana se hace cómodamente, son los primeros kilómetros, la velocidad, para mí, es lenta, y por tanto es un mero calentamiento. La temperatura es muy buena, pero el asfalto está mojado, por lo que hay que tener cuidado con los respiraderos metálicos del metro que son bastante grandes y resbalan muchísimo. Sé que esta parte es fácil y lo duro tiene que llegar a partir del 30 en adelante.

Cerca de Sinieso Delgado damos la vuelta y retrocedemos por la Castellana para luego torcer por Bravo Murillo. Esta parte es mucho más llevadera, ya que es toda cuesta abajo. Incluso me permito ir a 14km/h dejándome caer en alguna bajada más pronunciada. Decido estirar un poco las piernas aligerando el ritmo. A mitad de bravo Murillo comento con otro corredor sobre el globo de detrás, que yendo a 3h15″, lleva un ritmo bastante elevado. En Cuatro Caminos, torcemos por Raimundo Fernández Villaverde, donde hay bastantes animadores, algunos con gorros de Papá Noel. Seguimos bajando por Francisco Silvela y Serrano hasta Rubén Darío. Mi tío Jose María estaría esperando en María de Molina, y aunque lo busco con ganas de encontrar a alguien que me anime conocido, no lo veo por ninguna parte…

En la calle Almagro seguimos con la bajada y sabiendo que al poco, en la Iglesia de Santa Engracia, estará Carmen animando. La subida por Santa Engracia la conozco y buscando el ánimo, la subo al mismo ritmo. El cuerpo a los 15 kilómetros está aún fresco. Ahora comienza chispear un poco, por lo que tiro de gorra a la cabeza. En Iglesia veo a Carmen animando y grabando con el móvil. Pena no pararme un rato. Tras pasar por José Abascal, donde había un grupo de música tocando, torcemos por Bravo Murillo de nuevo dirección Glorieta de Quevedo. Ahí está Carmen de nuevo animando y grabando en vídeo.

Ahora toca San Bernardo. Voy a hacer una segunda estirada de piernas, poniendo un poco de ritmo y bajar la cuesta como pide el cuerpo. De ahí hasta Gran Vía, donde hay una pequeña subida que se nota tras el acelerón de bajada, la cual para el ritmo de la carrera. En la Plaza de Callao comienza a haber multitud de personas animando, al igual que en Preciados y en la Puerta del Sol. Esta parte es una de las más bonitas de la carrera por el recorrido emblemático y porque nunca antes pasé por allí en competición.

Atravesamos la calle Mayor hasta Bailén. El GPS del reloj se ha detenido… tras unos de segundos de enfado, intento que no me afecte y decido ponerlo de nuevo en marcha. Que coja la señal como sea, que ya me orientaré como pueda. Seguro que puedo calcular el tiempo, ya que lo que más me interesa del reloj es saber a qué velocidad voy. En la calle Ferráz se sitúa un cronómetro de mitad de carrera, el cual al verlo, ajusto mi reloj y voy cumpliendo mis expectativas. Aún queda la mitad y hay que guardar alegrías para el final de la carrera. 21 kilómetros los he corrido muchas veces y aún no he logrado nada en esta carrera.

Recorremos parte del Parque del Oeste, el cual suelo pisar en mis entrenamientos de fines de semana, hasta la Avenida Valladolid. A mitad de la Avenida, tengo que parar para hacer mis necesidades, y en ese momento me adelanta el globo de 3h15″. Decido dejar que se adelante y correr a mi ritmo sin la presión visual del globo.

A partir de aquí sigo con mi ritmo, llegando a la estación Príncipe Pio y bajando hacia Madrid Rio dirección Casa de Campo. Esta parte ya me la recorro casi todos los sábados. Hay avituallamiento y tomo un gel, aparte de bebidas. Damos una vuelta por la Casa de Campo de unos 4 kilómetros y salimos con una gran cuesta arriba que acompaño con un plátano.

Torcemos por la Rivera del Manzanares hasta llegar al estadio Vicente Calderón que se acerca poco a poco. Cuando cruzamos justo antes, por el puente del Paseo de Pontones, está mi tío Jose y mi primo gritando como locos al verme. Mi primo sale a correr a mi lado con una lata de cerveza que me han llevado. Que ganas de abrirla y sentarme a beberla. Aquí llevo 32 kilómetros. Tras la alegría, torcemos a la izquierda por el Paseo de Virgen del Puerto sabiendo que queda muy poco, que ya he hecho todo el trabajo sucio y que ahora queda lo más importante de la carrera, porque lo más que había corrido hasta ahora eran estos 32 kilómetros. Ahora todo va a ser nuevo y se verá si puedo aguantar los 10 kilómetros que me quedan y encima sabiendo que son cuesta arriba. Sé que puedo hacerlo y tengo la moral por las nubes sobre todo después del ánimo de mi tío y primos. Me veo aún con bastantes fuerzas.

Ahora comienza a apretar la lluvia cuando nos dirigimos por la calle Segovia y Paseo Imperial. Han pasado otros 2 kilómetros.

Por el Paseo de Acacias veo a una voluntaria de la Maratón con réflex, y le pido que me ponga un poco en los aductores. Más vale prevenir… que queda muy poco como para no poder parar 5 segundos e intentar reforzar los músculos.

La Ronda de Atocha se hace eterna. El Paseo del Prado también. Pero sigo con fuerzas, lo que me comienza a entrar es un poco de miedo de que me pasara algo en las piernas y no poder acabar, ya que veo a bastantes corredores andando con las manos en las piernas y caras de dolor. Miro el tiempo y voy perfecto. Me repito un par de veces que no necesito intentar forzar nada, que llevo un tiempo fenomenal, que no sirve de nada rasgar varios segundos y que lo único importante es terminar corriendo.

Se empieza a ver la Plaza de Cibeles y el Retiro está ya a la derecha. Ahí está la meta… pero seguimos hasta la Plaza de Colón por la calle Goya. Al llegar a Velázquez, con el Retiro a la derecha, veo que el recorrido gira a la izquierda. ¿Se habrán equivocado? ¡¡¡Pero si vamos en dirección contraria!!! Ahí maldigo un poco consciente que quedan 2 kilómetros, y está cuesta abajo. Ya he pasado todo lo peor de la carrera. 40 kilómetros y la subida final.

Al girar hacia Príncipe de Vergara veo que termino la carrera. Queda poco y sé que la voy a terminar, aunque no quiero celebrar nada hasta entrar en el Retiro. Quiero pasar la línea de meta corriendo y sonriendo.

Al entrar en el Retiro pienso que objetivo conseguido. No intento acelerar, solo me dejo llevar por la misma velocidad que llevaba hasta ahora, mirando a derecha e izquierda, sonriendo y disfrutando del final de la carrera. Pensando en todo el recorrido hasta la meta, en el esfuerzo que lleva la preparación y la carrera en sí. No noto apenas la lluvia. Busco la meta con los ojos y poco a poco va apareciendo. El tramo del Retiro siempre se hace largo. Llegando a la meta está Carmen al lado derecho gritando. Lloviendo y con un paraguas calada. Otra pedazo de campeona. Nos saludamos y llego a meta con los brazos en alto.

¡¡¡CONSEGUIDO!!!

Mi primer intento de Maratón y terminada en 3h17’24». ¡Todo un tiempazo!

Sigo andando tras la meta y al pararme se me agarrotan las piernas. Esto es una paliza en toda regla. Sigue lloviendo y busco la medalla y avituallamiento para salir cuanto antes y ver a Carmen. Quiero abrazarla porque lo hemos conseguido. Es el mejor trofeo tras la carrera. Está empapada y tras esperar a que intente estirar, cosa que no puedo hacer porque no puedo levantar apenas las piernas, me cambio y nos vamos al metro huyendo de la lluvia, comiéndome todo lo que hay en la bolsa de avituallamiento (Pantera Rosa incluida).

Ha sido una gran hazaña. Sobre todo por la preparación previa y también por el tiempo dedicado y las horas de cansancio en casa. Hay que aguantarlo entre dos. Pero ha merecido la pena conseguir esta meta personal.

Sé que no voy a correr otra Maratón en poco, pero nunca se sabe si volverá a prepararme para otra.

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